En todas sus formas, sigue marcando las vidas de millones de personas de forma aún más pronunciada que antes de la irrupción del coronavirus. «Se ha comparado la covid-19 con una radiografía que ha revelado fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido y que por doquier está sacando a la luz falacias y falsedades, como el mito de que todos estamos en el mismo barco. Si bien todos flotamos en el mismo mar, está claro que algunos navegan en super-yates mientras otros se aferran a desechos flotantes», sostenía el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres.
Desde el organismo apuntan a las grandes brechas que han quedado al descubierto entre los países más ricos y los más pobres, así como las desigualdades generadas dentro de las propias sociedades en materia de sanidad, educación, trabajo o acceso a un sistema alimentario justo.
En un momento de enorme complejidad histórica, las cifras hablan por sí solas cuando hablamos de que cien millones de personas más podrían verse empujadas a la pobreza extrema, o que las 26 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad de la población mundial, según las propias cifras que manejan en Naciones Unidas. ¿Cómo revertir esas cifras y alcanzar un futuro más igualitario?
Cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible
En primer lugar, lo más urgente sería hacer caso de la gran hoja de ruta para construir un futuro más igualitario y más justo: los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Firmados por 193 países en el año 2015, los 17 puntos que los conforman abarcan diferentes dimensiones como la emergencia climática, la igualdad de género, las ciudades, la erradicación de la pobreza o los modelos de trabajo decente, entre otros asuntos.
Los Objetivos, que se marcan para el año 2030, son el mapa ya trazado, pero a menos de diez años del cumplimiento del plazo, aún queda mucho por avanzar. En el caso de España, el Informe sobre el desarrollo sostenible en Europa 2021 elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN) nos sitúa en el puesto 22 de los 34 analizados. Especialmente preocupante es el suspenso en algunas cuestiones relacionadas con el ODS 4 (educación), el 7 (energía asequible y no contaminante) o el 8 (trabajo decente).
Redistribuir los recursos para que lleguen donde se necesiten
Este compromiso común empuja a un nuevo pacto global que ayude a que los recursos lleguen mejor a todas las personas que lo necesitan. Desde Naciones Unidas y otros organismos internacionales abogan por una reforma estructural del sistema financiero mundial para que deje de acrecentar esas desigualdades. «Busquemos soluciones comunes a los problemas comunes, sobre la base de la buena voluntad, la confianza y los derechos compartidos por todos los seres humanos. Trabajemos como una unidad, como una coalición del mundo, como las naciones unidas», pedía Guterres en uno de sus discursos recientes.
Eso requiere, además de los tratados y acuerdos internacionales ya suscritos, medidas eficaces que ayuden a reducir a equilibrar la situación. El décimo de los ODS se centra precisamente en la reducción de las desigualdades para garantizar que las personas de todo el mundo tengan acceso a los servicios esenciales y la protección social. Entre sus metas, destaca precisamente fomentar la asistencia oficial para el desarrollo y las corrientes financieras, incluida la inversión extranjera directa, para los Estados con mayores necesidades, en particular los países menos adelantados.
Promover un modelo de trabajo más justo y sostenible
Además de la financiación y la reformulación del modelo socioeconómico, otra de las claves para reducir la desigualdad está en el empleo y el crecimiento. En el año 2017, la tasa de mundial de desempleo se situaba en el 5,6%, frente al 6,4% del año 2000, situación aún agravada en los últimos años.
Hacer frente a retos como la robotización de los puestos de trabajo, repartir mejor las labores invisibilizadas de cuidados o reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres son algunas de las claves para mejorar en este aspecto. También, la vía para anticipar lo que viene: cuando se firmaron los ODS, ya se calculaba que entre 2016 y 2030 se necesitarían más de 470 millones de puestos de trabajo en todo el mundo para los más jóvenes que accederían por primera vez al mercado laboral.
Además de crear puestos de trabajo, es imprescindible favorecer un modelo sostenible en el tiempo y justo para las personas. Eso pasa también, por luchar contra la precariedad: en nuestro país, por ejemplo, la mitad de los hogares en los que al menos una persona trabaja tiene algún factor de riesgo de exclusión social, según lo indican en el informe La vulneración del derecho al trabajo decente: empleo y exclusión social de la fundación FOESSA. Fundamentalmente, afecta a mujeres y a empleos relacionados con la agricultura, el trabajo doméstico y la hostelería.
Tejer alianzas sólidas entre todos los países y sectores
Acometer desafíos de este calibre no es una labor que puedan hacer los distintos países, organismos u organizaciones de forma independiente. Por eso, es necesario tejer alianzas sólidas y establecer asociaciones inclusivas a nivel mundial, nacional y local para poner en el centro a las personas y el planeta.
Las alianzas público-privadas entre las instituciones y las organizaciones son imprescindibles para alcanzar esos objetivos compartidos, y también lo son aquellas entre distintas instituciones empresariales y del Tercer Sector. La Plataforma del Tercer Sector, con su iniciativa Casilla Empresa Solidaria, es un ejemplo de cómo las acciones conjuntas pueden ayudar a coser las brechas sociales y llevar los recursos allá donde son más necesarios.