Según los datos del último informe ‘El Estado de la Pobreza’ de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), en la actualidad existen en España 13,1 millones de personas víctimas de la pobreza o exclusión social, lo que representa el 27,8% de la población española. Es una cifra que ha aumentado en los últimos años debido al actual contexto de crisis (social, medioambiental y geopolítica) que generan una mayor incertidumbre social.
Durante los primeros dos años de pandemia, más de 160 millones más de personas se vieron abocadas a la pobreza. Al mismo tiempo, los 10 hombres más ricos duplicaron sus fortunas a razón de 15.000 dólares por segundo, o 1.300 millones de dólares al día (datos del informe de Oxfam ‘Las desigualdades matan’ de 2022).
Las brechas se han hecho más profundas y tal día como hoy, 17 de octubre en el que se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, es un buen momento para recordar que las empresas también juegan un papel importante para conseguirlo. Son capaces de crear oportunidades laborales para grupos vulnerables, proporcionar condiciones de trabajo dignas a empleados y proveedores e impactar positivamente en las comunidades locales, países en desarrollo y zonas afectadas por crisis sociales o ambientales.
Bajo la premisa del profesor Dimo Ringov de Esade: “Los negocios pueden hacerlo bien y hacer el bien, pueden ser rentables y al mismo tiempo ayudar a sacar a las comunidades de la pobreza”, invitamos a las empresas a dar un paso más allá de su negocio convencional e impulsar nuevas actividades empresariales que buscan generar, al mismo tiempo, beneficios sociales y económicos.
¿Pero cómo se materializa esta implicación social?
La fórmula más tradicional por la que la empresa busca contribuir a objetivos sociales como la reducción de la pobreza es la acción social desde el ámbito externo (donaciones puntuales o programas sociales más estratégicos). No obstante, cada vez más se exige a las organizaciones que incidan desde su propia actividad empresarial, manteniendo una coherencia con la razón de ser y propósito de la empresa.
Hay determinadas compañías cuyo núcleo de negocio está más directamente ligado al ODS 1 de poner fin a la pobreza, como puede ser el caso en las del sector de tecnología e innovación, financiero o agroalimentario. No obstante, desde la Red Española del Pacto Mundial se promueve que todas las empresas, independientemente de su sector o tamaño, pueden tomar medidas para contribuir desde su ámbito interno como el externo:
En el ámbito interno:
- Elaborando una política de derechos
- Desarrollando negocios inclusivos, que incorporen a personas con bajos ingresos y pequeñas y medianas empresas en la cadena de valor, como productores o proveedores para favorecer a las comunidades más vulnerables.
- Garantizando condiciones de trabajo adecuadas (salarios y horarios) a trabajadores migrantes, mujeres y jóvenes
- Priorizando la erradicación de la esclavitud moderna y el trabajo infantil en la cadena de suministro.
- Llevando a cabo medidas de diversidad en la empresa, proporcionando a los grupos desfavorables igualdad de oportunidades laborales.
- Evaluando e introduciendo cláusulas contractuales con los proveedores en derechos humanos para garantizar condiciones laborales adecuadas.
- Promoviendo acciones de mitigación y adaptación al cambio climático a lo largo de toda la cadena de valor para reducir riesgos y reforzar la capacidad de adaptación de las poblaciones más vulnerables.
- Contratando pequeños agricultores y grupos rurales vulnerables y ayudarlos a través de programas de desarrollo de capacidades y con el traspaso de tecnología para impulsar su desarrollo y reducir la pobreza local.
En el ámbito externo:
- Analizando los riesgos e impactos en derechos humanos a lo largo de la cadena de suministro, particularmente en lo relativo al derecho al trabajo decente.
- Garantizando salarios adecuados a los trabajadores y procesos de contratación y promoción sin discriminación, dando a los grupos vulnerables la oportunidad de desarrollarse laboralmente de forma igualitaria y teniendo acceso a una vida digna.
- Proporcionando formación continua a empleados y proveedores sobre derechos humanos.
- Fomentando el empleo joven, para proporcionar a las nuevas generaciones oportunidades laborales.
- Ofreciendo descuentos en servicios y productos de primera necesidad a los colectivos en riesgo de pobreza. Por ejemplo, productos alimenticios garantizando su valor nutricional o acceso a internet o electricidad en comunidades vulnerables
- Pagando precios justos a todos los proveedores, en particular a las microempresas, pequeñas y medianas empresas y pequeños productores, por sus productos y servicios, teniendo en cuenta las líneas de pobreza.
- Organizando acciones de voluntariado o programas de acción social para ayudar a grupos en riesgos de pobreza.
El impacto social de las empresas también es un valor estratégico
Las empresas están empezando a entender que conectar con los valores de sus grupos de interés es estratégicamente rentable y necesario. ¿Por qué? Las razones son claras:
Por un lado, los empleados están satisfechos y orgullosos del impacto social de su trabajo, lo que se conoce como el salario emocional, y pasan de ser empleados a ser “prescriptores” de la actividad de la empresa para la que trabajan. Además, a largo plazo valoran el compromiso de su empresa con el bienestar social y aumenta la captación y retención de talento.
Por otro lado, los clientes de la empresa incluyen variables socioambientales en sus decisiones de consumo, se aprovechan de la política de sostenibilidad de la empresa para hacer el bien cuando consumen.
“El desarrollo sostenible no es caridad; es una decisión inteligente”
(Ban Ki-moon, exsecretario general de Naciones Unidas)